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Día 2: 180 grados

Seguro alguna vez habrás visto en las películas o en algún libro, como el personaje principal decide hacer algo que automáticamente cambia el rumbo de la historia, un giro inesperado de 180 grados.

En la Biblia, por ejemplo, vemos la vida de los apóstoles. Cada uno de ellos tenía una vida antes de Jesús, una vida común con trabajos del día a día. Pescadores, artesanos, recaudadores de impuestos, etc. Hasta que experimentaron un cambio inesperado en sus vidas.

¿Qué sucedió exactamente? ¿Qué pudo ocurrir para que sus vidas cambiaran tan radicalmente? La respuesta es: Jesús. Sí, así como muchos de nosotros hemos conocido a Jesús en un mensaje en la iglesia, por un post en redes sociales o por un Zoom al que te invitaron a ser parte, ellos también tuvieron la oportunidad de conocerlo ¡y en persona! 

En Mateo 4:18-20 podemos ver el encuentro de Pedro con Jesús, y como este encuentro cambia su vida de dirección. Decide ya no ser más un pescador, sino ser un discípulo. Esta decisión inició en él una serie de cambios, y no estamos hablando de simplemente un cambio de trabajo, sino de un cambio de vida total.

De esta misma manera, no solo tenemos esta invitación de seguir a Jesús, sino de que este encuentro con él sea el inicio de un cambio de 180 grados en nuestras vidas. Sin embargo, a veces nuestra vida es más parecida a un círculo de 360 grados, un círculo vicioso que parece nunca acabar y nunca cambiar.

¿Hay algo en tu vida que quisieras cambiar, pero sientes que estás atrapado en un círculo vicioso? ¿Tal vez alguna conducta negativa o algún hábito que sabes que te está haciendo daño?

El enemigo quiere que vivamos ahí, atrapados en este círculo sin poder experimentar la gracia. ¿Cómo lo hace? Llenándonos de condenación y de vergüenza, haciéndonos olvidar que a los ojos de Dios ya somos limpios, aceptables y justos. En Jesús tenemos una constante invitación a experimentar su gracia.

Su gracia es la que inicia este cambio en nuestras vidas. Mientras su gracia va llenando nuestro interior, nos vamos dando cuenta de que no hay error tan poderoso que cancele el efecto de la gracia en nosotros.

Tal vez ahora te ves y piensas: “Pero Dios no está haciendo nada en mí” o “cómo podría hacer algo con alguien como yo”. Dios siempre está cerca y la invitación siempre está en la mesa, solo tenemos que dar el primer paso. Quizás alguien en tu colegio, barrio o en tu propia familia te ha dicho que nunca vas a cambiar; sin embargo, Dios te acepta tal y como eres, y te ama tanto que no te va a dejar igual porque sabe que hay mejores cosas por vivir.

Recuerda:

Siempre puedes esperar ver la gracia de Dios actuar en tu vida, ver ese cambio de 180 grados. Este cambio no tiene que ver con ser perfectos, no se trata de “dejar de ser malos para comenzar a ser buenos”, no se trata de un cambio de conducta; sino de un cambio de corazón. Tocar fondo no es el final, tocar fondo puede ser el momento que inicie un cambio en nuestras vidas. Así que hoy da un paso en esa dirección e inicia tu giro de 180 grados.

Versículos:

“Cierto día, mientras Jesús caminaba por la orilla del mar de Galilea, vio a dos hermanos—a Simón, también llamado Pedro, y a Andrés—que echaban la red al agua, porque vivían de la pesca. Jesús los llamó: «Vengan, síganme, ¡y yo les enseñaré cómo pescar personas!». Y enseguida dejaron las redes y lo siguieron“ (Mateo 4:18 NTV)

“Mi antiguo yo ha sido crucificado con Cristo. Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Así que vivo en este cuerpo terrenal confiando en el Hijo de Dios, quien me amó y se entregó a sí mismo por mí.  Yo no tomo la gracia de Dios como algo sin sentido. Pues, si cumplir la ley pudiera hacernos justos ante Dios, entonces no habría sido necesario que Cristo muriera.“ (Gálatas 2:20-21NTV)

“El Espíritu del Señor Soberano está sobre mí, porque el Señor me ha ungido para llevar buenas noticias a los pobres. Me ha enviado para consolar a los de corazón quebrantado y a proclamar que los cautivos serán liberados y que los prisioneros serán puestos en libertad.“ Él me ha enviado para anunciar a los que se lamentan, que ha llegado el tiempo del favor del Señor junto con el día de la ira de Dios contra sus enemigos. A todos los que se lamentan en Israel les dará una corona de belleza en lugar de cenizas, una gozosa bendición en lugar de luto, una festiva alabanza en lugar de desesperación. Ellos, en su justicia, serán como grandes robles que el Señor ha plantado para su propia gloria. Reconstruirán las ruinas antiguas, reparando ciudades destruidas hace mucho tiempo. Las resucitarán, aunque hayan estado desiertas por muchas generaciones.“ (Isaías 61:1-4 NTV)

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