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Día 3: Como perro en casa

Muchas veces pensamos en la cruz solamente como un acto histórico, como un acto que fue para un determinado tiempo y ahora no tiene relevancia. Pero si entendiéramos que la cruz nos da beneficios que podemos disfrutar hoy, esto cambiaría el panorama completamente. La cruz siempre fue necesaria y es necesaria hoy.

¿Tienes algún amigo que cada vez que va a tu casa entra hasta la cocina, abre el refrigerador y come toda tu comida? O quizás tienes una mascota, perro o gato que tiene la confianza de subirse a tu cama o incluso encima tuyo. Y por otro lado, tenemos la situación opuesta. Todos alguna vez hemos ido a la casa de alguien con quien no teníamos la misma confianza ni nos sentíamos tan cómodos.

El primer escenario es un acceso total y el otro es más parecido a un acceso restringido.

Y esto es lo que la cruz nos da hoy, esto es lo que Jesús nos ofrece: un acceso total. Pero a veces, nuestra relación con ello es más parecida a la situación incómoda donde no hay confianza. Seguimos creyendo que debemos pedir permiso para tener acceso a todo lo que ya nos fue dado. Y lo más triste, es que tratamos de impresionar a Dios o a los demás con nuestras acciones para merecer todo lo que ya es nuestro.

Es como si llegaras a tu propia casa, y cuando la comida está lista tuvieras que pedir permiso para sentarte en la mesa, comer o en fin, para tener acceso a los beneficios que te da ser miembro de la familia. No tiene sentido, ¿verdad?

Jesús al morir en la cruz por nosotros nos dio el derecho de ser llamados hijos de Dios; es decir, su casa también es tu casa. Puedes sentarte a su mesa con él, puedes disfrutar de la comida que él te ofrece, puedes saber que llegarás a casa con Dios y encontrarás un hogar, paz, descanso y mucho más.

¿Recuerdas la historia del hijo pródigo? (Lee Lucas 15:11-32) La reacción del padre al verlo llegar. Corrió hacia él, lo abrazó, le devolvió su lugar y todos los beneficios de ser el hijo del dueño de la casa. Mandó a preparar la mejor comida para él, y lo vistió con la mejor ropa.

Esto es lo mismo que Dios hace con nosotros hoy. Su gracia nos da acceso total.

Por eso, seamos como “el perro en su casa”, entremos a donde queramos, cuando queramos y tomemos todo lo que necesitemos. Si quieres estar descalzo, solo hazlo, quítate los zapatos. Si necesitas agua, tómala; si necesitas descanso, estás en el lugar correcto. Toma todo lo que necesites del Padre, él no te lo negará.

Recuerda:

Ahora, por la gracia de Dios, eres llamado hijo, tienes acceso total al Padre y tienes un propósito aquí en la tierra. Es más, di esto en voz alta: “Soy su hijo amado, tengo acceso total a mi Padre y tengo un propósito aquí en la tierra, su casa es mi casa”.

Versículos:

“Dios los salvó por su gracia cuando creyeron. Ustedes no tienen ningún mérito en eso; es un regalo de Dios. 9 La salvación no es un premio por las cosas buenas que hayamos hecho, así que ninguno de nosotros puede jactarse de ser salvo. Pues somos la obra maestra de Dios. Él nos creó de nuevo en Cristo Jesús, a fin de que hagamos las cosas buenas que preparó para nosotros tiempo atrás.“ (Efesios 2:8 -10 NTV)

“Que todo lo que soy alabe al Señor; que nunca olvide todas las cosas buenas que hace por mí.” (Salmos 103:2 NTV)

“Para ilustrar mejor esa enseñanza, Jesús les contó la siguiente historia: «Un hombre tenía dos hijos. El hijo menor le dijo al padre: “Quiero la parte de mi herencia ahora, antes de que mueras”. Entonces el padre accedió a dividir sus bienes entre sus dos hijos.
»Pocos días después, el hijo menor empacó sus pertenencias y se mudó a una tierra distante, donde derrochó todo su dinero en una vida desenfrenada. 14 Al mismo tiempo que se le acabó el dinero, hubo una gran hambruna en todo el país, y él comenzó a morirse de hambre. Convenció a un agricultor local de que lo contratara, y el hombre lo envió al campo para que diera de comer a sus cerdos. El joven llegó a tener tanta hambre que hasta las algarrobas con las que alimentaba a los cerdos le parecían buenas para comer, pero nadie le dio nada.
»Cuando finalmente entró en razón, se dijo a sí mismo: “En casa, hasta los jornaleros tienen comida de sobra, ¡y aquí estoy yo, muriéndome de hambre! Volveré a la casa de mi padre y le diré: ‘Padre, he pecado contra el cielo y contra ti.  Ya no soy digno de que me llamen tu hijo. Te ruego que me contrates como jornalero’”.
»Entonces regresó a la casa de su padre, y cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio llegar. Lleno de amor y de compasión, corrió hacia su hijo, lo abrazó y lo besó. Su hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de que me llamen tu hijo[a]”.
»Sin embargo, su padre dijo a los sirvientes: “Rápido, traigan la mejor túnica que haya en la casa y vístanlo. Consigan un anillo para su dedo y sandalias para sus pies. Maten el ternero que hemos engordado. Tenemos que celebrar con un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ahora ha vuelto a la vida; estaba perdido y ahora ha sido encontrado”. Entonces comenzó la fiesta.
»Mientras tanto, el hijo mayor estaba trabajando en el campo. Cuando regresó, oyó el sonido de música y baile en la casa,  y preguntó a uno de los sirvientes qué pasaba. “Tu hermano ha vuelto—le dijo—, y tu padre mató el ternero engordado. Celebramos porque llegó a salvo”.
»El hermano mayor se enojó y no quiso entrar. Su padre salió y le suplicó que entrara,  pero él respondió: “Todos estos años, he trabajado para ti como un burro y nunca me negué a hacer nada de lo que me pediste. Y en todo ese tiempo, no me diste ni un cabrito para festejar con mis amigos. Sin embargo, cuando este hijo tuyo regresa después de haber derrochado tu dinero en prostitutas, ¡matas el ternero engordado para celebrar!”. »Su padre le dijo: “Mira, querido hijo, tú siempre has estado a mi lado y todo lo que tengo es tuyo. Teníamos que celebrar este día feliz. ¡Pues tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida! ¡Estaba perdido y ahora ha sido encontrado!”. (Lucas 15:11-32 NTV)

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